Noticias de Gipuzkoa, Domingo, 12 de Abril de 2015 - Actualizado a las 07:19h.
"El signo de la vitalidad no es durar sino renacer y adaptarse, cambiar y tratar de contar con el futuro". Esta frase, que está ahora en plena vigencia en el movimiento que impulsó, después de los dramáticos avatares vividos hace tan solo un año y medio y que pusieron en cuestión sus fundamentos filosóficos y metodológicos, no pertenece a ningún pensador contemporáneo ni a ningún psicólogo o motivador de equipos, sino a un simple cura de pueblo que tuvo la osadía de hacer su pequeña revolución: Dar trabajo y repartir la riqueza entre sus conciudadanos mediante la creación de empresas en las que el individuo es el centro y el fin de su actividad.
El próximo 22 de abril se cumple el centenario del nacimiento del Padre Arizmendiarrieta, inspirador de lo que ha venido en denominarse la experiencia cooperativa de Mondragon, una efemérides que, en mi opinión, debería de haber tenido una mayor proyección pública fuera del mundo cooperativo por la importancia que las empresas de economía social tienen en su entorno como instrumentos de anclaje del bienestar social, su desarrollo y progreso.
Sobre todo, después de la experiencia de esta larga crisis, donde el neoliberalismo se ha apoderado de los gobiernos para que actúen al dictado de los mercados echando por tierra conquistas sociales de reparto de la riqueza y del bienestar que han provocado situaciones de desigualdad hasta ahora desconocidas entre nosotros.
A pesar de que valores intrínsecos de la iniciativa impulsada por el P. Arizmendiarrieta ya se están aplicando fuera del mundo cooperativo como puede ser el de la participación de los trabajadores en un gran número de empresas tradicionales, -fomentada incluso por alguna patronal más forzada por las circunstancias que por propia convicción-, desde el grupo Mondragon, entendido como movimiento de un modelo social, parece que se desprecia la labor de divulgación y de apuesta pedagógica de unos principios que, a día de hoy quizás sean más vigentes que hace 50 años y que animaron al cura de Mondragon y cinco alumnos de la Escuela Politécnica a crear Ulgor, el germen de Fagor Electrodomésticos.
Año y medio después de la quiebra de Fagor Electrodomésticos, a pesar de que el movimiento cooperativo nunca se ha puesto en cuestión, -solo basta ver el ejemplo de GSR, dedicada a la gestión de residencia, que en once años ha pasado de uno a 350 cooperativistas-, el grupo Mondragon parece que todavía no ha sabido reaccionar a esa gran mutilación corporal que supuso su cierre y a esa falta de compromiso con los valores impulsados por el P. Arizmendiarrieta que ningún cooperativista del hasta entonces paradigma de la empresa industrial de economía social quiso asumir.
Ha pasado un trimestre desde la celebración del congreso cooperativo de Mondragon en Donostia, tras la crisis de Fagor Electrodomésticos, que se presumía de regeneración de los valores cooperativos, sin que en este tiempo se haya vuelto a saber sobre las ideas que se están planteando las 103 cooperativas que forman parte de la Corporación para incorporarlas en el plan estratégico 2017-2020, que deberá de ser aprobado este año y que deberá fijar la hoja de ruta del grupo en el futuro.
Hasta, curiosamente, el próximo día 22 en el que el presidente del Consejo General de la Corporación Mondragon, Javier Sotil, participe en el encuentro empresarial convocado por la sociedad de garantías recíprocas Elkargi con motivo de su asamblea general, da la sensación que de forma pública nada ha cambiado en la sede corporativa. Parece que se continua con las mismas políticas que se mantuvieron en el pasado, en donde se echó en falta una mayor diligencia corporativa a la hora de explicar las razones de la quiebra de Fagor Electrodomésticos, el trabajo que se estaba haciendo para resolver sus efectos y la estrategia que en el conjunto de las cooperativas se realizaba en la defensa del modelo.
Parece que el congreso cooperativo del pasado mes de diciembre fue un cierre en falso a la crisis provocada por la quiebra de Fagor Electrodomésticos y no significó un punto y aparte en la historia de la experiencia impulsada por el P. Arizmendiarrieta, y que las distintas sensibilidades que habitan en el seno de la Corporación Mondragon siguen sin encontrar el punto de consenso. Una buena prueba de ello, es que los compromisarios de una de las cooperativas más importantes como es Orona, no estuvieron en el Kursaal, que es donde se celebraba el congreso, al igual que los de Ulma, por discrepancias con la forma de encarar el futuro del grupo desde una mayor defensa de la autonomía de las cooperativas frente a un modelo más corporativo.
No son nuevas las discrepancias, algunas de gran calado, que el director general de Orona, Javier Mutuberria, mantuvo en la comisión gestora, que se formó tras la dimisión del presidente Txema Gisasola, con los presidentes de Eroski y Laboral Kutxa, Agustín Markaide y Txomin Garcia, respectivamente, así como con el propio Sotil.
En el fondo en el seno del grupo cooperativo laten cuestiones que pueden afectar de manera importante al modelo como la amenaza de los bancos acreedores de Eroski para transformarse en una sociedad anónima en el caso de incumplimiento del plan de negocio y de las desinversiones acordadas. La amenaza es clara si Eroski necesitara de más crédito, -parece que el consumo está repuntando con lo que ese escenario no parece previsible-, ya que los bancos no están dispuestos a refinanciar por tercera vez la deuda en tan solo tres años. El modelo de aportaciones financieras subordinadas se presenta una iniciativa imposible a tenor de la experiencia, con lo que la única salida es dejar abierta la puerta a una posible conversión de sociedad anónima y con ello, la entrada de los bancos en el accionariado del grupo de distribución.
Si esta cuestión es medular en el desarrollo de la experiencia cooperativa, también ha tenido su influencia interna la gestión de las aportaciones financieras subordinadas de Fagor Electrodomésticos y Eroski, -que, curiosamente, ha provocado un nuevo fenómeno como es la publicidad de algunos despachos de abogados-, y que ha afectado de manera generalizada a pequeños ahorradores y pensionistas, sin que hayamos visto en la larga lista de damnificados a inversores con conocimientos financieros.
Es este un asunto que aparece en la mayoría de las sentencias que se están fallando sobre estos casos y en donde los jueces ponen de relieve el abuso que algunas entidades financieras hicieron de sus clientes más desprotegidos para colocar un producto que, presuntamente, trataba de desviar el riesgo de los bancos acreedores en esas cooperativas a miles de ahorradores. Probablemente, a partir de ahora, veremos menos fallos a favor de las víctimas de este presunto engaño porque los bancos se encargarán de que los instrumentos del poder judicial actúen en sentido contrario.
El escándalo con este tipo de productos financieros es tal que el Fiscal General del Estado tenía que haber intervenido de oficio y que los reguladores como la CNMV deberían de haber alertado de una operación que en el fondo parece asemejarse a un traslado de créditos probablemente incobrables a un mercado de particulares y pequeños ahorradores desprotegido.
Una cuestión que poco tiene que ver con los valores que el P. Arizmendiarrieta puso en marcha hace más de 50 años y que hizo de Mondragon el único referente en el mundo de la aplicación del modelo cooperativo a la industria.